Por haber dejado pasar demasiados días desde que surgió la noticia del presunto espionaje chileno a Perú, ya ha salido en la prensa los puntos que a mi parecer merecían ser comentados. Pero no por eso, voy a dejar de hacerlo.
Para empezar, recordemos que el gobierno peruano denunció haber sido objeto de espionaje por parte de su técnico de la Fuerza Aérea Peruana, Víctor Areza Mendoza, por encargo de Chile.
Veamos algunos ángulos del conflicto.
Lo de fondo: funciones de inteligencia de un Estado.
Siempre han existido, existen y seguirán existiendo. Claro, el punto tiene mala presentación, pero un Estado no puede vivir sin ellas y por lo tanto se consideran en los presupuestos de las naciones, normalmente como “ítemes reservados”.
Por un lado permite a un país ponerse a la defensiva frente a escenarios futuros posibles (no necesariamente probables) que considere lesivos a sus intereses; y por otro puede ser un freno a “aventuras arriesgadas” (por ponerle un nombre) por una de las partes al saber que la otra estará preparada para ello. Esta última sería la cara “blanca” de dichas funciones.
Pero se dirá: “Una cosa son las funciones de inteligencia, que no suena tan mal, y otra el espionaje, repudiado en forma bastante generalizada y especialmente por quienes son afectados”. A decir verdad, la segunda no es sino una de las herramientas con que cuenta la primera para lograr sus objetivos.
Vi la descripción en el diccionario de la Real Academia sobre espionaje y dice en una de sus acepciones: “Actividad secreta encaminada a obtener información sobre un país, especialmente en lo referente a su capacidad defensiva y ofensiva”. Realmente, la descripción no suena tan terrible.
Ahora, como eso del espionaje es tan mal visto, las funciones de inteligencia deben considerar un “Plan B” si son descubiertos. Que suele ser la identificación de chivos expiatorios que carguen con las culpas manteniendo al Estado, no digamos que libres de polvo y paja, pero menos afectados que si tuvieran que decir: “Sí, espiamos y qué”.
Y un espía sabe que esas son las reglas del juego; por eso se les paga bastante bien.
Dicho esto, veamos la reacción de ambos países.
La reacción del gobierno peruano.
De resultar cierta la acusación, cualquier gobierno en ese caso debe reaccionar en forma enérgica pero respetuosa y requerir de la otra parte acciones al respecto. Lo exige “la dignidad nacional” pero como ya se dijo, es una postura políticamente correcta pero que encierra un contrasentido (ellos seguro también espían).
El punto es que la reacción del presidente peruano Alan García fue histriónica, con exabruptos e insultante para el gobierno y el pueblo de Chile. Eso de “republiqueta” caló hondo pero está en línea con la forma de expresarse de varios presidentes latino americanos, para desgracia cada vez más frecuentes, y que habla muy mal de sus dotes de estadistas.
Primer aspecto a poner sobre la mesa: podría ser una estrategia para mostrar a Chile frente al mundo como un país bélico y poco amigable y así favorecer su postura en la demanda que presentó Perú contra Chile en enero de 2008 ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por una controversia de límites marítimos. No me imagino que un tribunal internacional pueda verse influenciado por algo que nada tiene que ver con la demanda, pero en fin…..
Segundo punto: estrategia para aumentar la aceptación del presidente García ante su pueblo, cuya popularidad está en niveles pobrísimos (he visto encuestas que fluctúan entre el 15% y el 28%). Dicen que en lo económico parece estar haciéndolo bastante bien, pero algo no funciona en Perú que ni así su pueblo lo apoya.
Y ya sabemos que por razones históricas, cualquier emprendimiento de Perú (y de Bolivia) en contra de Chile, es muy bien recibido por el pueblo y por lo tanto útil para conseguir su simpatía. Y el Sr. García está usando al máximo el recurso: primero con la demanda marítima y ahora con su reacción antichilena frente al hecho que se comenta.
Tercer punto: Dijo el presidente que Chile actuaba por envidia…… Absurdo y ridículo. Nunca he percibido ni remotamente un sentimiento parecido en Chile, pero sí en sentido inverso.
Reacción del gobierno chileno.
En uno de los aspectos, apropiada (opinión mía, que duda cabe): diplomática, no apasionada, últimamente diciendo que analizaría los antecedentes recientemente aportados por Perú. No respondiendo con el mismo tono insultante del presidente García. En pocas palabras, no echando más leña al fuego.
Pruebas al canto:
La presidenta Michelle Bachelet respondió el martes. "Las expresiones, que yo llamaría ofensivas y altisonantes, que hemos conocido ayer en nada contribuyen a la cooperación e integración que debe animarnos entre países vecinos".
"Si en verdad queremos trabajar por el bienestar de nuestros pueblos, lo que debe primar por sobre todas las cosas es el respeto", agregó.
Por su parte el canciller chileno Mariano Fernández indicó: "No las vamos a comentar. Hay un estilo de lenguaje que la jefatura del Estado de Chile estima perfectamente inconveniente de comentar".
Pero en lo que respecta al espionaje, creo no se fue lo suficientemente prudente (y ambiguo) como requiere toda respuesta diplomática.
"Chile no practica el espionaje. Descartamos la participación del gobierno chileno en cualquier actividad ilegal", aseveró el canciller de Chile. Arriesgado, si llega a demostrar lo contrario, lo que estimo dentro de los escenarios posibles. Y complicado que el Estado se vea obligado a tragarse sus propias palabras, a menos que el “Plan B” ya esté tan bien diseñado que permita salir airoso del atolladero.
Otras lecturas.
Lo anteriormente dicho no es otra cosa que mi actual evaluación de la situación.
He escuchado opiniones que vienen a equivaler a la segunda o tercera derivada de la ecuación. Pero dada mi baja capacidad para ver debajo del agua, especialmente si ésta tiene un alto nivel de turbidez, he decidido no comentarlas.
Para empezar, recordemos que el gobierno peruano denunció haber sido objeto de espionaje por parte de su técnico de la Fuerza Aérea Peruana, Víctor Areza Mendoza, por encargo de Chile.
Veamos algunos ángulos del conflicto.
Lo de fondo: funciones de inteligencia de un Estado.
Siempre han existido, existen y seguirán existiendo. Claro, el punto tiene mala presentación, pero un Estado no puede vivir sin ellas y por lo tanto se consideran en los presupuestos de las naciones, normalmente como “ítemes reservados”.
Por un lado permite a un país ponerse a la defensiva frente a escenarios futuros posibles (no necesariamente probables) que considere lesivos a sus intereses; y por otro puede ser un freno a “aventuras arriesgadas” (por ponerle un nombre) por una de las partes al saber que la otra estará preparada para ello. Esta última sería la cara “blanca” de dichas funciones.
Pero se dirá: “Una cosa son las funciones de inteligencia, que no suena tan mal, y otra el espionaje, repudiado en forma bastante generalizada y especialmente por quienes son afectados”. A decir verdad, la segunda no es sino una de las herramientas con que cuenta la primera para lograr sus objetivos.
Vi la descripción en el diccionario de la Real Academia sobre espionaje y dice en una de sus acepciones: “Actividad secreta encaminada a obtener información sobre un país, especialmente en lo referente a su capacidad defensiva y ofensiva”. Realmente, la descripción no suena tan terrible.
Ahora, como eso del espionaje es tan mal visto, las funciones de inteligencia deben considerar un “Plan B” si son descubiertos. Que suele ser la identificación de chivos expiatorios que carguen con las culpas manteniendo al Estado, no digamos que libres de polvo y paja, pero menos afectados que si tuvieran que decir: “Sí, espiamos y qué”.
Y un espía sabe que esas son las reglas del juego; por eso se les paga bastante bien.
Dicho esto, veamos la reacción de ambos países.
La reacción del gobierno peruano.
De resultar cierta la acusación, cualquier gobierno en ese caso debe reaccionar en forma enérgica pero respetuosa y requerir de la otra parte acciones al respecto. Lo exige “la dignidad nacional” pero como ya se dijo, es una postura políticamente correcta pero que encierra un contrasentido (ellos seguro también espían).
El punto es que la reacción del presidente peruano Alan García fue histriónica, con exabruptos e insultante para el gobierno y el pueblo de Chile. Eso de “republiqueta” caló hondo pero está en línea con la forma de expresarse de varios presidentes latino americanos, para desgracia cada vez más frecuentes, y que habla muy mal de sus dotes de estadistas.
Primer aspecto a poner sobre la mesa: podría ser una estrategia para mostrar a Chile frente al mundo como un país bélico y poco amigable y así favorecer su postura en la demanda que presentó Perú contra Chile en enero de 2008 ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por una controversia de límites marítimos. No me imagino que un tribunal internacional pueda verse influenciado por algo que nada tiene que ver con la demanda, pero en fin…..
Segundo punto: estrategia para aumentar la aceptación del presidente García ante su pueblo, cuya popularidad está en niveles pobrísimos (he visto encuestas que fluctúan entre el 15% y el 28%). Dicen que en lo económico parece estar haciéndolo bastante bien, pero algo no funciona en Perú que ni así su pueblo lo apoya.
Y ya sabemos que por razones históricas, cualquier emprendimiento de Perú (y de Bolivia) en contra de Chile, es muy bien recibido por el pueblo y por lo tanto útil para conseguir su simpatía. Y el Sr. García está usando al máximo el recurso: primero con la demanda marítima y ahora con su reacción antichilena frente al hecho que se comenta.
Tercer punto: Dijo el presidente que Chile actuaba por envidia…… Absurdo y ridículo. Nunca he percibido ni remotamente un sentimiento parecido en Chile, pero sí en sentido inverso.
Reacción del gobierno chileno.
En uno de los aspectos, apropiada (opinión mía, que duda cabe): diplomática, no apasionada, últimamente diciendo que analizaría los antecedentes recientemente aportados por Perú. No respondiendo con el mismo tono insultante del presidente García. En pocas palabras, no echando más leña al fuego.
Pruebas al canto:
La presidenta Michelle Bachelet respondió el martes. "Las expresiones, que yo llamaría ofensivas y altisonantes, que hemos conocido ayer en nada contribuyen a la cooperación e integración que debe animarnos entre países vecinos".
"Si en verdad queremos trabajar por el bienestar de nuestros pueblos, lo que debe primar por sobre todas las cosas es el respeto", agregó.
Por su parte el canciller chileno Mariano Fernández indicó: "No las vamos a comentar. Hay un estilo de lenguaje que la jefatura del Estado de Chile estima perfectamente inconveniente de comentar".
Pero en lo que respecta al espionaje, creo no se fue lo suficientemente prudente (y ambiguo) como requiere toda respuesta diplomática.
"Chile no practica el espionaje. Descartamos la participación del gobierno chileno en cualquier actividad ilegal", aseveró el canciller de Chile. Arriesgado, si llega a demostrar lo contrario, lo que estimo dentro de los escenarios posibles. Y complicado que el Estado se vea obligado a tragarse sus propias palabras, a menos que el “Plan B” ya esté tan bien diseñado que permita salir airoso del atolladero.
Otras lecturas.
Lo anteriormente dicho no es otra cosa que mi actual evaluación de la situación.
He escuchado opiniones que vienen a equivaler a la segunda o tercera derivada de la ecuación. Pero dada mi baja capacidad para ver debajo del agua, especialmente si ésta tiene un alto nivel de turbidez, he decidido no comentarlas.
Gracias Victor por tus líneas. Discrepo con tu afirmación final en orden a que Chile pudiese tener que tragarse sus palabras al aformar su canciller que "Chile no espía". Como bien dices todos espían, es una práctica extendida, pero ilegal, por lo que ningun gobierno puede reconocer que espía porque de ser así corre el riesgo que sea llevado a tribunales internacionales, etc. etc. Ningun país espía, lo que hacen son "operaciones de inteligencia" encuadradas en la legalidad vigente. En cambio, no existe espionaje alguno que se encuadre en la legalidad. Al menos eso es lo que entiendo del tema siendo un neófito en el tema. No es mi especialidad.
ResponderEliminarNo es tarea de Chile demostrar que practica el espionaje, sino que de Perú. Si se descubriera que ha existido espionaje, esto es, que se ha incurrido en una ilegalidad, no te quepa duda que Chile aplicará todo el rigor de la ley sobre quienes la hayan infringido.
Los espías son abandonados apenas son descubiertos, en cuyo caso se les acusará de actuar por cuenta propia y los gobiernos se lavarán las manos. Por eso se les paga bien pagados.