En plena campaña electoral, los temas políticos saltan a
primera plana.
Hay algunos que llaman a la reflexión y otros a la
indignación. Lo del intervencionismo electoral
lo clasifico en la segunda categoría. Por tratarse de un doble estándar
y una hipocresía.
Por lo menos en Chile, desde el regreso a la democracia,
ha existido siempre y en forma sistemática. Por uno y otro bando y con o sin
uso de recursos públicos. Más bien, en forma combinada diría yo.
Adoptar la postura de ejercer el intervencionismo y
justificarlo como que es lícito y sin uso de recursos públicos cuando me conviene y denunciarlo con
bombos y platillos hasta la majadería
cuando quien lo ejerce es el bando contrario, me parece inaceptable. Una
muestra de inconsecuencia de los políticos. Una de las tantas.
A fines de 1999, segunda vuelta presidencial entre Lagos
y Lavín, me vi personalmente involucrado en forma absolutamente involuntaria,
en un descarado intervencionismo en favor del candidato de la Concertación, el
ex presidente Ricardo Lagos: presionado para autorizar que una persona quedara
liberada de sus obligaciones laborales para dedicarse a la campaña política, en su horario de
trabajo y obviamente sin afectar sus remuneraciones que eran pagadas con
recursos que se supone pertenecen a todos los chilenos: los del cobre. No daré
más detalles pero debo indicar que tuve que pasar por situaciones bastante
desagradables.
Y antes, ¿no era así? Antes de 1973 no tengo ningún
testimonio personal que dar, pero para el plebiscito del Sí y el No (1988),
también me tocó vivir una situación de presión para que personal que trabajaba
en mi área firmara su apoyo al Sí en forma pública. Otro de los malos ratos que
recuerdo.
Por lo tanto, solapado o descaradamente, el intervencionismo
es un hecho. Ha existido y me temo seguirá existiendo por ser parte de la
naturaleza humana cuando se trata de mantener o recuperar el poder.
Si la denuncia proviniera de pactos políticos que nunca
han detectado el poder, podría otorgarles el beneficio de la duda respecto a
cómo actuarían, aunque me temo no sería muy diferente a como se ha hecho
históricamente. Pero eso es una conjetura no demostrable.
Mi ideal es que los gobiernos mantuvieran una total
prescindencia de participar en las contiendas electorales. Desgraciadamente los
ideales a veces se transforman en quimeras y ése pareciera ser uno de ellos.
Una democracia necesita de los partidos políticos, que
actúen en forma consecuente y transparente. Esas polémicas de la Alianza contra
la Concertación en el pasado, y de la ex Concertación contra la Alianza del
presente, además de aburridoras, me parecen abiertamente hipócritas.
Querido Víctor:
ResponderEliminarEn política también hay encapuchados como los de las marchas, tiran bombas molotov y después se ocultan y si los detienen acusan abuso del uso de la fuerza pública, siguiendo el relato bíblico diría que "ven la espiga en el ojo ajeno pero no la viga en el propio", ello debido a un tipo especial de personalidad que les caracteriza: "caradura". Este tipo de personalidad es transversal y no hace distingos de edad, genero, nacionalidad, raza, etnia, ideología política, credo religioso u otros.
Batu ,me sumo al comentario de tu amigo pediatra y es lamentable que en esta situacion, no se ve luz al final del tunel.
ResponderEliminarEstimado Victor:
ResponderEliminarLamentablemente pretendes ser "purista" en este mundo de la actual "democracia"...imposible!!
Los políticos en gral., seguiran rasgando vestiduras...pero se abuenan para sacar el número 120 de la Constitución...no les basta con el cabernet sauvignon de los comedores del Congreso.
Vivimos en un mundo consumista y perverso...q se puede esperar de nuestras autoridades...
Un abrazo
Rodrigo Muñoz C
Gracias Rodrigo. Aprovecho de mandarte un saludo.
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