La solidez
económica de un país es un aspecto de primera importancia para imaginarnos cómo
será la situación en 20 o 30 años más. Importante para las decisiones de
inversión para la generación de bienes y servicios y también para organizar las
finanzas personales: ingresos, gastos y si algo sobra, para invertir.
Cuando en el
año 2000 decidí no seguir teniendo una actividad laboral remunerada y me fui a
vivir a San Pedro de Atacama, me imaginé esa situación de futuro y según ella,
mis planes me parecieron factibles de lograr y di el paso.
Por esa razón,
la situación económica ha sido uno de los temas que he mantenido bajo análisis
y que he compartidos en varios artículos de este blog.
Chile es
reconocido internacionalmente como un país con una economía sana y para muchos,
un ejemplo. Yo compartía ese juicio. Pero en los últimos años he visto signos
preocupantes que han hecho que mi visión optimista del futuro se haya visto un
tanto opacada.
Ese
reconocimiento internacional, por lo que parece, no es compartido por una alta
proporción de la población: el “sistema” es considerado por muchos como
usurpatorio e ilegítimo y, por lo tanto está, desprestigiado. Como desprestigiado
está el mundo político, otro síntoma a considerar pues en él se definen las
leyes que deben regir la sociedad. Y para agregarle más pelos a la sopa, desprestigiado
está el mundo judicial encargado de hacer cumplir esas leyes. Un cóctel que
huele mal.
Nuestro
sistema económico, en su concepción pura, me parece bastante razonable aunque
no perfecto. Nos ha llevado a tener una tasa de desempleo que es la envidia de
muchos países y a un aumento notable del PIB desafortunadamente mal distribuido
aunque los ingresos reales de las familias han aumentado. Hoy el nivel de vida
del promedio de los chilenos es muy superior al de hace unas décadas al igual
que el nivel de educación de la población. Pero las expectativas son mayores
que eso y por lo tanto flota en el ambiente una sensación de insatisfacción y
hasta, rebelión.
Supongo que
nadie es contrario en principio a que las mujeres tengan un mayor período de
post natal para estar con sus niños, o que se den beneficios a los sectores más
vulnerables como la reducción de la cotización de salud en la tercera edad, un
aporte estatal a sus pensiones o becas para los estudios. Eso se ha hecho pero
no hay que dejar de tener presente que:
·
Esas medidas tienen un costo permanente,
financiable si el país sigue creciendo a buen ritmo, diversifica sus fuentes de
ingreso y, dicho sea de paso, el cobre mantiene el elevado precio del último
tiempo. Si no, nos veremos enfrentado a un serio problema tipo Grecia o España.
·
A las futuras generaciones lo que hay que
hacer es enseñarles a pescar y no a darle pescado.
Sin desconocer
los avances que se han tenido ni lo mucho que falta por avanzar, quiero
destacar dos situaciones que han hecho un lamentable aporte al desprestigio de
nuestra economía: no por ella misma, sino por el mal uso o abuso de quienes han
actuado en ella para beneficio personal a costa de ni importa quién y con el
convencimiento que en el mundo de los negocios el concepto de ética no existe,
poniendo en jaque al sistema.
|
Ave de rapiña. Para los animales no existe la moral. |
Sumemos la consideración que el Estado no ha actuado en forma
eficiente para regular y controlar el sistema, previniendo oportunamente los
abusos amparados en buena proporción a la interpretación y aplicación torcida
de las leyes y normas que nos rigen. Últimamente, contrario a lo que algunos
podrían esperar de un gobierno de centro-derecha, han saltado a la luz pública
muchos abusos y han sido castigados. Pero el foco no debe estar en la
penalización sino en la prevención de su ocurrencia, con leyes claras, sin
vacíos y que se apliquen a raja tabla. Algo se ha hecho pero insuficiente.
Los altos intereses para
créditos
Cada vez que
recibo mi estado de cuenta de la tarjeta de crédito me digo: “Esto no puede ser”.
Algo bueno que
se ha hecho: obligar en todo tipo de crédito que la institución deba indicar el
costo anual equivalente (CAE), que es el interés real anual que deberemos pagar
por ese crédito.
En mi último
estado (BCI - VISA): si quiero pagar mi deuda en cuotas, me cobrarían un CAE
(interés) de 56.59% anual. Ahora si quiero pedirle plata a VISA en el llamado “Crédito
Rotativo”, debo estar dispuesto a pagar un CAE de 73.17%. A veces pienso que me están tomando
el pelo.
En el Santander
(Mastercard), la cosa es aún peor: 63.60% para pago en cuotas y 85.84% el
famoso rotativo.
Muchas veces
una cifra aislada no refleja toda la realidad. Y en este caso hay que comparar
cuanto interés están dispuestos a pagarme los bancos si soy yo quien les presto
plata (depósito a plazo). Acabo de renovar uno: y me pagarán un interés anual
de 3.49%. Todas las cifras son en pesos por lo que para saber el interés real
hay que restarle el IPC. Si fuera de 2% anual, entonces al prestarle plata el
banco, tendré un interés real de 1.49% anual, mientras que si ellos me la prestan a
mí, deberé pagar un interés de a ,lo menos 54.59%: sobre 36 veces.
De nuevo: “Esto no puede ser”.
Durante la
candidatura de Franco Parisi, sistemáticamente y con fuerza puso ese tema sobre
la mesa y en ese aspecto, estaba totalmente de acuerdo con él.
El
fondo de utilidades tributarias (FUT)
Es una
franquicia genial para fomentar la inversión en el país y darle dinamismo al
crecimiento. Entiendo se estableció en el año 1984.
Y ahora el
programa de gobierno de la “Nueva Mayoría” quiere eliminarlo. La razón: porque
ha sido mal utilizado, lo cual es cierto.
Las empresas
deben pagar el impuesto de primera categoría: hoy 20% sobre sus utilidades. Pero
al ser distribuidas entre sus dueños o accionistas, deben declararlas en el
global complementario, que puede llegar a la tasa de 40%. O sea, si alguien
está en esa tasa y las utilidades le son distribuidas, pagará por ellas el 40%
de impuesto, menos el 20% que ya pagó la empresa, deberá pagar un 20%
adicional.
El FUT lo que
hace es: las utilidades que realmente reciben los dueños o accionistas deben
declararlas en el global complementario, pero las que se queda la empresa
para re invertirlas, no, por lo que esa parte sólo paga el 20% de impuesto
de primera categoría. Pero ahí está el problema: la ley no especifica cómo, cuándo
ni dónde invertirla, abriendo la puerta para torcerle la nariz al que fuera el
espíritu de la ley.
Dos casos como
ejemplos:
Caso
1: Soy un pequeño empresario, tributo en el global
complementario en el tramo del 40%. Si retiro todas mis utilidades pagaré eso:
40%. Mejor dejo una buena parte en el FUT y pago sólo el 20%. Esa planta la
invierto en instrumentos financieros en un paraíso fiscal donde no pagaré
impuestos por el capital ni los gananciales, digamos Aruba. Abro una cuenta en
un banco internacional con una tarjeta de crédito. Y con ella me doy la buena
vida viajando por el mundo (o hago otras inversiones), pagando con esa tarjeta
y me he ahorrado el pago al fisco de Chile del 20% adicional si hubiera
retirado esa plata y gastado en Chile.
Beneficio para el país: CERO.
Caso
2: Un gran empresario, socio controlador de una S.A. Quiero
expandir mi negocio y abrir un negocio del mismo rubro en Lima y otro en Buenos
Aires. Destino 30% de las utilidades entre los accionistas (es el mínimo
definido por la legislación chilena) y el otro 70% lo dejo en el FUT y los
invierto en esas dos capitales mencionadas.
Beneficio para el país: CERO.
Hay muchos
otros ejemplos pero con esos dos, basta para ilustrar la situación.
Por lo tanto,
no entiendo que el programa de la señora Bachelet quiera eliminarlo, en vez de
poner las reglas para que el objetivo del FUT se cumpla:
·
Que esos recursos sean destinados para
invertir exclusivamente en Chile y en actividades productivas que
generen valor y empleo, y no en instrumentos financieros (especulativos) y
·
Un plazo para que dicha inversión se
materialice.
Tan simple
como eso.
Digamos que el
programa de la “Nueva Mayoría” propone aumentar el impuesto de primera categoría
del 20 al 25%, lo que quizás no sea mala idea.
Y como me
gusta tirar palos a quienes los catalogo como merecedores, debo decir que
tampoco entiendo que dentro del comando de la señora Matthei se esté barajando
(Paul Fontaine) subir el impuesto de primera categoría al 30%, cuando en la
oportunidad que se elevó del 15 al 17% su sector político rasgó vestiduras
indicando que eso iba a desincentivar la inversión y frenar el crecimiento del
país, lo que no ocurrió. Y luego se subió al actual 20% en el gobierno de Sebastián
Piñera, no sin cierta resistencia de algunos sectores de la propia Alianza.
No digo que cuestione las cifras: lo que no entiendo es la actitud.
Espero que esos
nubarrones, se disipen a la brevedad.