Se ha promulgado la ley que sepulta el
sistema binominal para las elecciones parlamentarias.
Me llama la atención las declaraciones de
políticos de uno y otro lado, aplicable al binominal como a otros temas del
acontecer nacional, que interpreto como un insulto a la inteligencia de los
chilenos. Algunos ejemplos irritantes:
· "Los
gastos de la campaña fueron aprobados por el SERVEL, por lo que no existen
irregularidades." Ese organismo no tiene como certificar que lo gastado se
ajusta a la ley ni el origen de los recursos. Esa aprobación dista mucho de
certificar transparencia.
·
“Se
trató de un error involuntario”. O hablar de irregularidades cuando se trata de
una abierta violación de la ley.
·
“Las
boletas emitidas corresponden a estudios efectivamente realizados”. Nadie ha
mostrado esos estudios para disipar toda duda. Decenas de personas involucradas
en su emisión a solicitud de sus jefes, han declarado lo contrario.
·
“Los
aportes a campañas efectuados por la empresa se ajustan estrictamente a lo
establecido en la ley vigente”. Habrá algunas excepciones, pero la realidad
demuestra que no fue la norma.
·
La
manoseada frase “Hay que dejar que la instituciones funcionen”. Nadie puede
declarar, por lo menos públicamente, que desee otra cosa.
·
“Hay
que mantener el principio de inocencia mientras no se demuestre lo contrario”.
Cierto en el ámbito judicial, pero en el ámbito político y moral, cuando hay
antecedentes suficientes para sustentarlo, cada cual puede hacer su propio
juicio y considerar el punto como materia juzgada.
En el tema de esta
columna, se habla de “sistema electoral proporcional, democrático, ciudadano, representativo e inclusivo”. ¿Qué
se querrá decir con esa fraseología”? ¿Por qué ha de ser más democrático que el
anterior?
Otra consigna: “El
nuevo sistema incentivará una mayor participación electoral”. Me parece aventurada
una afirmación como ésa. Veremos en las próximas elecciones si realmente se da.
Y algo que no hay
que dejar pasar: “El nuevo sistema no tendrá costo para el Estado”. La
declaración estrella para demostrar que están tratando a los chilenos como
personas con capacidad mental disminuida.
La
proporcionalidad siempre es imperfecta y todos los sistemas electorales tratan
de reflejarla. Con mayor o menor éxito. El binominal también lo era.
Los sistemas
electorales son convenciones que las sociedades se dan para definir como elegir
a sus representantes. Y los hay para todos los gustos. Simplemente se trata de
definir “Así vamos a operar”. Y es importante que a la mayoría de la población le
parezca razonable el sistema y el binominal no tenía esa legitimidad. Por lo
tanto, había que cambiarlo. El punto es por cuál se reemplaza.
Un ejemplo
interesante: las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Quien gana en un
estado, aunque sea por un voto, se lleva la totalidad de los votos electorales.
Permite que un candidato sea electo presidente aunque no tenga la mayoría de
los votos totales. Ocurrió el año 2000 que dio por vencedor a George W. Bush
ante Al Gore, que sacó la mayoría de los sufragios. Antes había ocurrido en
1888. ¿Es por eso un sistema anti democrático?
El vilipendiado
sistema binominal
Algo más claro que
el agua: el ser humano, cuando se trata de defender una posición, entrega los
argumentos que favorecen su postura, ocultando aquellos que le son adversos.
En el caso de la
reforma electoral, el siguiente argumento es otros de los insultos a los que me
considero sometido:
“El perverso
sistema binominal hace que el voto de 2/3 valga lo mismo que el de 1/3 (ambos eligen un representante).
Era imprescindible abolirlo”. Es un caso hipotético.
Mi contrargumento:
El nuevo sistema, en aquellos distritos con 3 candidatos electos, si una lista
saca el 50,1% de los votos elige a 2 diputados, y la otra lista, con 49,9% de
los sufragios, elige sólo 1. Aquí 1/2 vale 2/3 y el otro 1/2 sólo 1/3. En ese
caso el binominal era más equitativo. También un caso hipotético.
Por otro lado, en
aquellos distritos y circunscripciones que eligen a 2 representantes, el
binominal se mantiene. ¿No era tan perverso?
En la práctica, el
binominal obligaba a los partidos políticos a agruparse en dos bloques. Si no,
estaban electoralmente perdidos. Uno de los aspectos que me pareció relevante y
positivo en la constitución de 1980.
El antiguo sistema político de los 3 tercios
(derecha, centro e izquierda) en el pasado, llevaron a Chile a un quiebre
institucional y social y a un golpe de estado. Sin el binominal, esa proporción
se habría mantenido (y creo se mantiene hasta el día de hoy). Por lo tanto,
creo que el binominal fue un sistema apropiado que resultó un aporte para la
estabilidad y gobernabilidad del país cuando se regresó a la democracia. Si hoy
es mejor cambiarlo, hagámoslo, pero sin demonizar el sistema que nos rigió por 25 años.
Cifras
Se dice que el
binominal forzaba a un empate en ambas cámaras. En teoría.
Como ocurre en la
mayoría de los casos, la realidad suele resultar más equilibrada.
Si nos referimos a
las últimas elecciones presidenciales antes del 2013 (2da vuelta), donde se
enfrentaron los candidatos de los dos grandes bloques, las elecciones fueron
muy reñidas (Lagos/Lavín; Bachelet/Piñera y Piñera/Frei). Y en el Congreso, las
fuerzas también estuvieron equiparadas. Por lo tanto el binominal reflejó la preferencia
de los chilenos cuando los candidatos se refieren a los dos conglomerados
políticos mayoritarios.
Y en las
elecciones del 2013, donde hubo un giro a la izquierda, la presidenta Bachelet
salió elegida con una amplia mayoría y el “nefasto” binominal le dio también
una holgada mayoría en el Parlamento que le permite aprobar sin contrapeso la
mayoría de las leyes en el Congreso.
Por lo tanto, en
la práctica, el binominal no produjo las distorsiones de representatividad que
se le atribuye.
Le génesis de los
sistema electorales
No hay que ser
ingenuo: quienes los redactan y aprueban velan por los intereses de sus tiendas
políticas. Algo muy natural y humano.
En la Constitución
de 1980, el régimen militar se puso en el escenario que las fuerzas opositoras
lograran un peso importante y el binominal cumplía con el objetivo de
contrarrestar un posible desbalance. Lo que realmente no ocurrió.
En la nueva ley,
quienes ostentan la mayoría, definieron un número impar de cargos a elegir en
aquellos casos en que saben tiene mayoría. Si son 3, ellos sacarán 2 y los
contrincantes sólo 1. Muchas veces vulnerando la proporcionalidad de cargos
respecto al número de electores. Muy conveniente para sus intereses.
Por otro lado, los
nuevos partidos emergentes apoyaron con entusiasmo el nuevo sistema: ahora
tendrán una opción, algo remota a mi entender, de acceder a algún cargo
parlamentarios. Con el binominal no tenían ninguna.
Así que reitero:
ese y otro tipo de leyes se hacen teniendo muy presentes los intereses propios.
Algo que, reitero, me parece bastante entendible. Pero obviemos frases como “Todo
se ha hecho pensando en el bien del país”.
La nueva ley ha
sido promulgada. Esperemos que logre representar lo que la ciudadanía manifieste
en las urnas.