sábado, 21 de noviembre de 2015

Disquisiciones sobre dos óperas


     Acabo de regresar del ver “El Barbero de Sevilla” (Gioachino Rossini) presentada por la Municipalidad de Las Condes en el Parque Araucano, al aire libre y en forma gratuita con libre acceso. Elenco nacional del Teatro Municipal de Santiago. Recinto lleno, lo que es gratificante.

     Algo que había notado hacía tiempo, pero no publicado por ser de nulo interés para la mayoría de quienes tienen la paciencia de leer mis publicaciones, ahora, con la euforia espiritual que produce haber visto nuevamente una gran obra operática, lo hago. Digamos que como una mera entretención.

      Sé que estoy en deuda: debo comentar el informe de la Comisión Bravo sobre la propuesta para modificar el sistema de pensiones. Ese es un tema espinudo, que requiere leer, analizar, hacer juicios…y no he estado de ánimo para ello. Pero lo haré más temprano que tarde.

     Mi “descubrimiento operático” dista mucho de ser tal. Sin duda cientos, si no miles, de musicólogos y analistas del género del “bel canto” deben haberse dado cuenta de ello mucho antes que yo. Pero como no lo he leído en ninguna parte, para mí fue un descubrimiento.

     La otra ópera que mencionaré es “Las bodas de Fígaro” de Mozart, que para mí ocupa el primer lugar entre mis compositores favoritos. Por lo tanto lo que diga, no tiene nada de crítica, sino la detección de una curiosidad que no creo sea producto del azar.

     Las dos obras pertenecen al género de “óperas bufas”, que son una gozada.

     La repetición de los nombres de los personajes en ambas óperas parecen insólitas, y sus papeles son en general parecidos aunque la trama dista de ser la misma.

    En los dos casos la acción transcurre en Sevilla.

Pruebas al canto de personajes comunes:

·        Fígaro, aunque en las bodas no es un barbero.

·        Conde de Almaviva. Héroe en “El Barbero” y más bien villano en “Las bodas”.

·        Rosina. Esposa del conde. Huérfana a cargo de un tutor enamorado de ella en la obra de Rossini y ya condesa en la de Mozart. El conde conoció a Rosina, en ambos casos, por intermedio de Fígaro.

·        Don Bartolo. Médico y además abogado en “Las bodas”.

·        Don Basilio. Profesor de música.

·        Marcelina: no es un personaje en “El barbero” ´pero se menciona, como un personaje distinto: hija de Don Basilio.

     La ópera de Mozart tiene muchos más personajes y el argumento es bastante más intrincado y lleno de equívocos.

     En las dos óperas, en situaciones distintas, se encuentran:

ü Matrimonios frustrados.

ü Matrimonios realizados.

ü Misivas amorosas ocultas y a veces prohibidas.

ü Engaños con fines amorosos y a menudo, “non sanctos”.

     Curiosidad: No existe ni nunca existió un conde de Almavida. Toda mención en Internet se refiere a ambas óperas. Ni tampoco una ciudad o región de España que lleve ese nombre.

     ¿Quién copió a quién? Mozart estrenó su obra el año 1786, y Rossini el 1816. Mozart inventó la trama. Dicho sea de paso, el autor italiano nació (1792) justamente al año siguiente del fallecimiento del músico austríaco.

     ¿Rossini es un copión? En absoluto. Los genios pueden darse ciertas licencias, como la que se dio el propio Mozart en “Don Giovanni” al poner un trozo de un aria justamente de “Las Bodas de Fígaro” con el comentario del protagonista de “Esta música la conozco”.

     Para parecer entendido (que no lo soy): Muchas de las arias de Rosina me hicieron recordar a las de “La Cenerentolla” (la Cenicienta) del mismo autor. “El barbero” se compuso y estrenó un año antes. No es de extrañar, en un autor que componía entre 2 y 4 obras por año. Y otra volada de Rosinni: en “La cenicienta”, la madrastra es un padrastro y el hada un “hado”: Alidoro.

     Me entretuve escribiendo sobre estos dos fenómenos de la música. Y de eso se trataba.
Mozart


Rosinni